Pablo D´Ors, a quien esta bitácora le tiene un gran afecto, acaba de escribir el libro Los contemplativos, homenaje a El camino de la contemplación, de su maestro Franz Jalics, la obra de espiritualidad más importante de las que Pablo ha leído. Como resultado de su encuentro en 2014 con el jesuita húngaro, fallecido hace tres años, nació en España el movimiento Amigos del Desierto, que ahora mismo son unas mil personas -más de la mitad ni practicantes ni creyentes-, que se reúnen semanalmente en grupos llamados Seminarios de silencio. En su libro ha redactado un relato sobre siete categorías, que son el cuerpo, el vacío, la sombra, la contemplación, la identidad, el perdón y la vida cotidiana.
D´Ors se dirige a buscadores espirituales y a quienes tienen experiencias de vida que necesitan un salvavidas. ¿Cómo va a acercarse a un Salvador quien no necesita ser salvado? Uno de sus lemas actuales es que hemos recuperar al Jesús Maestro, además del Jesús Redentor y Salvador. No es solo meditar, sino tener a Cristo como punto de llegada, no solo de partida, y desde el Espíritu Santo. Y la Palabra solo se puede sembrar si el terreno está preparado, y ese terreno es el silencio.
Para él la meditación es el camino, desde el silencio y la escucha, quitándonos nosotros de en medio: Sólo Dios, no yo. Y nada de ombliguismo. La verificación del camino contemplativo está en la compasión y en la mayor humanidad.
Sin pretensiones ni de fundador ni de especie alguna de gurú, aconseja Pablo D´Ors una fuga mundi intermitente, al menos una vez al día, durante diez minutos. Él, al estilo de los monjes, se retira siete veces al día y se dedica a escrutar el corazón y la conciencia. Y siete veces al año, por un tiempo más prolongado. El monacato que propone pasa por apartarse del mundo para luego volver: Subimos a la montaña para luego bajar. La experiencia de la cima es importante para descubrir que la cima la tienes dentro.