William (1885-1981) y Ariel (1898-1981) Durant fueron una pareja de historiadores norteamericanos. Will, como se le conoce, escribió en 1917 una Historia de la filosofía, con cuatro millones de ejemplares vendidos. Los dos escribieron después, además de muchas más obras, la célebre Historia de la civilización (1935-1968), en diez volúmenes, publicados en su traducción castellana en muchos más, por la que recibieron el prestigioso premio Pulitzer. Finos defensores de la cultura humana y de los derechos humanos, recibieron en 1977 la Medalla Presidencial de la Libertad.
Hace unas semanas un amigo me regaló un pequeño libro, Lecciones de la Historia: Un recorrido a través de cinco mil años de historia de la humanidad, una sucinta y densa reflexión del matrimonio escritor sobre la historia recogida en su obra magna; una destilación y compendio de la misma, traducida a nuestra lengua el año 2022, que me va a servir durante los próximos días de inspiración y guía para tocar diferentes temas de eterna actualidad.
Los autores escribieron hace muchos años que la mayor parte de la historia eran conjeturas y el resto prejuicios. Y que el historiador siempre simplifica demasiado y selecciona apresuradamente una pequeña parte manejable de hechos y rostros entre una multitud de personajes y acontecimientos, cuya plural complejidad nunca puede abarcar o comprobar del todo, y casi nunca ni siquiera en parte. Y ya sabemos que la historia, que no es una ciencia exacta, sólo puede ser una industria, un arte y una filosofía siempre de manera modesta. La perspectiva total siempre es una ilusión óptica.
No conocemos la historia del hombre en su totalidad, ni mucho menos. A lo largo, a lo ancho, a lo alto y a lo profundo de los siglos. Probablemente, dicen los Durant, hubo muchas civilizaciones antes de la sumeria y la egipcia. Además, la historia siempre rompe nuestras normas y se ríe de nuestras lógicas. Pero, a pesar de todo, es natural, en el poco tiempo que estamos en este mundo, que queramos saber algo de lo que la historia, que es larga y ancha, alta y profunda, pueda enseñarnos sobre la vida, el mundo, nosotros y ellos.
Aunque solo se para aguantarnos nosotros mismos. Y a los que nos rodean.