Moral e Historia
Los códigos morales, esos repertorios de normas que invitan a una sociedad a comportarse de forma coherente con su orden, seguridad y desarrollo, son muchos, variados y universales. Muchos y variados, porque se ajustan a las muchas y variadas condiciones históricas y ambientales de las muchas sociedades que en el mundo han sido. No fueron los mismos los tiempos del hombre cazador, agrícola e industrial, ni el de los hombres que viven el Ártico, en medio de la selva o en una gran ciudad. Y varios fueron y son el tren de vida, el modo de producción, la formación de la familia, la educación, las diversiones… Y no digamos las diferencias entre una sociedad en paz y otra en guerra, entre una sociedad hambrienta y una satisfecha, entre una sociedad afectada por la peste y otra rebosante de salud. Por eso se ha podido decir, fuera de toda broma, y los Durant lo recuerdan, que todo vicio fue algún día virtud y que los pecados del hombre pueden ser las reliquias de su auge en vez de los estigmas de su caída. Al menos, parcialmente y en cierto sentido.
Pero, a pesar de todas diferencias, un fondo común caracteriza a todos o casi todos los códigos habidos y por haber en todo el mundo, que en el siglo XX fue fijado como la Declaración de los Derechos del Hombre o el Convenio Europeo de Derechos Humanos, que recogen las mejores tradiciones religiosas, políticas y culturales de todos los tiempos y de todos los lugares. La historia no es solo lo que Voltaire calificaba como una colección de los crímenes, locuras y desgracias de la humanidad.
Y hasta ahora, en medio de todos los manifiestos y gritos, y sobre todo hechos, en favor de la laxitud moral, de la falta de moral, de la inmoralidad sin más, a veces de los más poderosos de la tierra, vemos en todas partes vislumbres y hasta hechos heroicos de moral humanista, y hasta de santidad. Y en todas partes grupos numerosos de seres humanos, ejemplos de excelencia, reclaman y cultivan la moral más perfecta en todos los sectores de la vida. buscando el orden, la seguridad y el desarrollo pleno de todas sus posibilidades humanas.
Y hasta ahora, no podemos decir que el Mal, o la falta de toda Moral, haya ganado la partida.