De las elecciones de ayer en Galicia, además de la buena salud resistente del PP y del derrumbe de los experimentos con gasoil, como VOX, PODEMOS o SUMAR, resalto, una vez más, el buen servicio que viene haciendo el PSOE de Sánchez, el Sanchismo, a la causa de los nacionalismos-confederalismos-autodeterminacionismos-independentismos de España, heredado de aquel malhadado Pacto del Tinell (2003).
Se llama cambio de paradigma del PSOE: El PSOE renuncia a ser un partido mayoritario nacional y se hace compañero de viaje y guarnición del nacionalismo, del regionalismo, del localismo, se llamé como se llame y esté donde esté. En este caso, de la coalición nacionalista BNG, expresión del autonomismo/nacionalismo/independentismo gallego, pilotado por una militante, suave en las formas, pero miembro de UPG (Unión do Povo Galego), comunista e independentista, el alma más bravía de la coalición, con un diputado en las Cortes, alineado siempre con Esquerra y Bildu, y preparando la nueva candidatura al Parlamento Europeo con Bildu y Esquerra.
El PSOE, desideologizado, de Sánchez ha confundido la diversidad con la plurinacionalidad, porque la nación para él es su propio partido en cuanto a él le sostiene, es decir, él mismo.
Sabiendo que el principio de igualdad y solidaridad se ha puesto en subasta y que toda merced depende de los votos favorables al poder constituido, los mejores postores aparecen por todas partes: no solo en las Comunidades históricas. En Andalucía o en Madrid. También en Soria, en Zamora, en León, en Teruel y en Ávila. Hasta en Orense, dispuesto su pequeño caudillo, como todos, a aliarse con el diablo para favorecer la buena causa de su pueblo, de su partido, de su líder.
Y uno se pregunta qué hay de España y hasta del Estado Español. Y si hay alguien que se pregunte por eso.