Todas las especies son especiales. También las especias, y, además, espaciales.
La conciencia estética del pasado –escribe Valle-Inclán en «La lampara maravillosa»- está siempre en lo futuro, porque toda acción de belleza es un centro de amor que engendra los infinitos círculos de la esfera. El instante más pequeño de amor es eternidad. Eterna es igualmente toda belleza.
Siempre será mejor hacer de la virtud necesidad que de la necesidad virtud.
Toda máscara es inmóvil y excluye cualquier caracterización del personaje. Le hace hermético, enigmático. Le despersonaliza. Le mineraliza.