«Dies irae»

 

                     Tal vez debí titularla con el título original del autor danés Carl Dreyer, Vredens Dag, para que nadie pueda imaginar siquiera que me refiero a la ira de Begoña Gómez, de Pedro Sánchez o de María Jesús Montero…

Solo quiero decir que  la película que nos pusieron ayer en 13TVme conmocionó tanto o más que cuando la vi, a mis 24 años, en el Colegio Español de Roma en el ciclo dedicado al cineasta danés.

Criticada al comienzo, con los años ha llegado a ser una de las películas más bellas y perfectas de la historia.

Ese lento ritmo, a la vez que solemne y casi atemporal, que para algunos era un defecto, me parece  un elemento capital. No es solo la quema de brujas, acontecimiento tan frecuente en el Norte de Europa, es lo que más importa, sino la superstición, la insensibilidad, la crueldad de una teología, de una Iglesia luterana y su concepto de Dios y del pecado, del placer, del arrepentimiento y del perdón. El universo cerrado de la vida, de la familia y de la religión. La servidumbre y soledad de la mujer, como en otras obras inolvidables del autor. La debilidad del amor, capaz, por otra parte, de cambiar una vida y de sacrificarla por encima del placer y del deber.

¿Qué mejor película que aquella que nos hace inolvidables sus personajes? Y, a pesar de los años, no podemos olvidar a la bruja abrasada, al párroco pecador y angustiado, a su madre castradora, y a esa Anne,  la  protagonista ya de la obra de teatro original del noruego Wiers-Jenssen, en quien se inspiró Dreyer (1909)-,  víctima y mártir, cuyos ojos doloridos y mágicos traspasan el tiempo y sus nostalgias.