Aunque la Asamblea francesa lo blinde en la Constitución; aunque el Parlamento Europeo -¡quién lo iba a decir!- apruebe por mayoría añadirlo a su catálogo de derechos fundamentales, el aborto no puede ser nunca un derecho fundamental. Porque el derecho a la vida es es el pilar que fundamenta los demás derechos del hombre, especialmente el derecho a la vida de los más vulnerables. Matar un ser vivo, destruir un nasciturus, una persona in fieri, no puede ser nunca un derecho fundamental. Porque no funda nada; no es un fundamento, sino antifundamento; carece, en todo caso, de fundamento; no se funda en nada, a no ser en la nada.
Espero que nunca se logre unanimidad en este despropósito. Pero ¿puede alguien imponer hoy una opción ideológica sobre la persona humana, la sexualidad, el género, el matrimonio y la familia?