Aunque los medios informativos tratan casi siempre la crisis económica mundial desde el punto de vista económico, muchos filósofos, moralistas, teólogos, politólogos, y algunos economistas también, han reflexionado durante muchas horas sobre otras causas de la crisis, conscientes de que el colapso financiero ha venido a demostrar la fragilidad del sistema económico actual, montado sobre la plena autoregulación del mercado, y convencidos de que la llamada verdad económica («científica») no abarca toda la verdad que corresponde a la realidad completa del hombre. El afán desmedido de un lucro desmedido a la vez lleva directamente al cortoplacismo y concede un papel central a la economía financiera, donde predominan las actividades especulativas, que buscan sólo el beneficio inmediato. Si lo que se llama eficiencia rápida es el criterio único o prevalente de la actividad humana, cualquier medio se antoja válido para alcanzarla: sea el enredo, el engaño, la mentira, el fraude, la estafa o la coacción.- La historia nos ha enseñado que ni el colectivismo comunista, con su planificación estatal, fue la solución que muchos millones de hombres esperaron, ni la absolutización del mercado lo fue ni lo está siendo. Es hora de preguntarnos, pues, por los vicios del sistema, pero también por los vicios de la sociedad que lo mantiene y lo cultiva. Y, para ser prácticos y no subirnos por los cerros de Úbeda del cómodo moralismo, más nos valdría preocuparnos por una sólida moral pública aprendida en nuestras escuelas, institutos, universidades y en nuestros medios de comunicación. Está visto que la sola verdad económica («científica») está lejos de ser ni siquiera eficiente.
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