La resurrección de la hija de Jairo

 

                        (Mc 5, 21-43; Mt  9, 18-26; Lc 8, 40-56)

 

Debió de ser un relato primitivo, 
anterior a una colección pre-marcana,
lleno de semitismos,
señal de estar escrito en arameo.
Está Jesús a las orillas del mar de Tiberíades.
Uno de los jefes de la Sinagoga,
llamado Jairo,
cayendo a sus pies,
le pide que vaya a su casa
a imponer las manos sobre su hija, a punto de morir,
a fin de que se salve y viva.
Y en esto que llegan de su casa mensajeros
diciendo que su hija ha fallecido,
y entonces… ¿a qué molestar al Maestro?
Jesús le dice al padre:
No temas; solamente ten fe.
Y junto a Pedro, Santiago y Juan
van con él a la casa, donde todo son llantos y alaridos.
Entra y dice a la gente:
¿Por qué alborotáis y lloráis?
La niña no murió: está dormida.
(Jesús quiere hacer de la muerte
algo transitorio como el sueño).
Se burlan todos de él, pero entonces,
en presencia del padre, la madre y los suyos,
y dejando fuera a los demás,
toma la mano de la niña muerta y le dice:
Talithá kum
(Niña, a ti te digo: levántate),

Y la niña, doce años cumplidos,
se levanta 
y echa a andar.