XXIV domingo ordinario

 

El escándalo de la apostasía

(Mc 9, 42-50; Mt 18, 5-11; Lc 17, 1-3)

 

Un día, estando con sus discípulos, dijo Jesús a la gente:
El que haga caer a unos de estos pequeños que creen en mí
saldría bien parado si al cuello le colgaran
una piedra de molino de asno
y le arrojaran al mar.

(Los pequeños son aquí los discípulos del Maestro.
Y este elige la imagen de un castigo cruel y deshonroso
prohibido en Israel,
para ponderar el delito que supone)

Y sigue diciendo Jesús, con un duro lenguaje,
como pocas veces en su vida,
que, si la mano, el pie o el ojo son un día
ocasión de ese pecado infame,
que es la apostasía,

mayor que todos los pecados,
mejor es, sin duda, cortarlos
y entrar mancos, cojos o tuertos en el  Reino de Dios
que con dos manos, dos pies, o dos ojos
ser arrojados al seol,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga,
según el profeta Isaías, 66, 24.