La Comunidad apostólica (II)

 

  Las heterogéneas comunidades cristianas

           Del libro de los Hechos y de las cartas  de  Pablo colegimos que mujeres y varones, solteros y casados, ricos y pobres, esclavos y libres, personas cultas e incultas… formaban parte por igual de la misma comunidad. Las comunidades judías, por ejemplo, de la diáspora eran mucho más homogéneas.

Los miembros pertenecientes a un grupo social medio o medio-alto eran una minoría, pero una minoría cualificada y activa, que animaba a los demás creyentes que se reunían llevados por la fe en Jesús de Nazaret. Además, eran ellos los interlocutores de Pablo y sus colaboradores apostólicos.

Estos cristianos privilegiados por su posición cultural y económica albergaban en sus propias casas los encuentros comunitarios.

A la vez es cierto que estas comunidades contaban con una presencia importante de esclavos, tal como leemos en el capítulo 7 de la primera carta de Pablo a los Corintios, a mediados de los años cincuenta del siglo primero:
Que permanezca cada uno en la condición en que le halló la llamada de Dios. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y, aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo. Pues el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo es un liberto del Señor; igualmente el que era libre cuando recibió la llamada es un esclavo de Cristo. ¡Habéis sido bien comprados. No os hagáis esclavos de los hombres.

No es extraño por tanto que surgieran tensiones y hasta rupturas en ellas, dada la diversidad social, cultural y económica de las mismas.