Nuestra Señora de los Arcos, en Tricio

 

Nuestra Señora de los Arcos

 

          ¿Quién nos iba a decir que aquella ermita blanca o convento blanco, con una espadaña en su extremo septentrional, que veíamos al pasar por la carretera cercana, enfrente de Tricio,  guardase esos tesoros?

Esperamos un rato a la guía voluntaria del pueblo, mientras crece el número de visitantes. Está la mañana de este primer sábado de noviembre muy templada, entre nubes y soles, con algunos charcos en los caminos cercanos fuera del yerbín que rodea a la basílica, a la que está adosado el camposanto de la villa, muy renovado recientemente y con media docena de grandes cipreses, grandes y severos orantes a la vez. Por el sur y por el este se extienden viñas altas y sarmentosas, con parras desangeladas y algunos racimos sin pudrir, y más lejos despiden unos rodales de chopos sus penúltimas hojas. Por el oeste y el norte corre una teoría de montes que, por detrás de Tricio –Tritium Megallum-, pueblo alto, con una iglesia gótico-tardía dominante, defienden a la vecina Nájera del cierzo, con unas capas de pinos y unos cortados arcillosos, rojizos, que el río Najerilla fue esculpiendo durante siglos.

En el siglo III d. C. algún patricio romano levantó, extra muros, imitando los monumentos fúnebres de la Vía Appia romana, este alto mausoleo de piedra, que los nuevos cristianos del siglo V convirtieron en  presbiterio de una nueva iglesia, y se trajeron de un templo o del foro de Tritium las enormes columnas acanaladas -las de mayor diámetro de Hispania- para las dos naves de la misma. En los siglos VI-VII añadieron los arcos visigóticos de piedra de toba. Cuando la iglesia pasó a depender de Santa María de Nájera, el templo acabó de tener una estructura románica, presidida hoy por una imagen prerrománica de la Virgen María, reproducción de la original que se venera en la iglesia parroquial y se añadieron en el siglo XII unas sencillas y toscas pinturas en el presbiterio sobre la pasión de Cristo, que taparon las paleocristianas del siglo V. El siglo XVIII añadió unas yeserías blancas por encima  de los arcos y bajo la bóveda, con el escudo de la Orden de la Terraza, la más antigua de las Órdenes militares, creada en Nájera hacia 1040.

Es el monumento más antiguo de La Rioja, declarado Bien de Interés Cultural. También en el siglo XVIII, entre el primitivo templo y la cubierta completa exterior se acomodaron en el piso alto unas estancias para un convento de monjas, con sus pasillos y ventanas correspondientes.

El monumento dejó al descubierto, desde los trabajos de los primeros ochenta del siglo pasado, una variada muestra de enterramientos bajo el suelo, de los siglos V y VI, y no pocos sarcófagos romanos, después reutilizados, de los primeros siglos. Sobre una de las primeras columnas podemos ver una estela fúnebre de mármol, con un crismón inciso (PX: Xpistós), símbolo de Cristo victorioso, que primitivamente equivalía a la cruz, con la inscripción: Tadeca, vivas in pace.

Damos luego una vuelta por el pueblo de Tricio, el pueblo romano famoso por sus cerámicas y, el pueblo también de numerosos  pelotaris, citados en una lápida en la calle mayor, junto al frontón dedicado a Tintín III. Cómodo balcón sobre la vega del Najerilla y la Nájera de nuestros reyes y de nuestra historia.

Y acabamos la jornada en el Museo Würth de Arte Contemporáneo en Agoncillo, donde vemos una extraordinaria exposición del célebre pintor y escultor alemán contemporáneo Georg Baselitz. 

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Todo se apaga,
dijo Pepe Bergamín.
La voz, la llama,
la luz sobre el celemín.
Todo se apaga
menos la luz de Dios,
que siempre llama.