De mi archivo adolescente

 

                    Desde Artajona, su pueblo, me escribía el 4 de julio de 1952 José María Gimerno Jurío. Él era lo que entonces llamábamos una vocación tardía, unos años años mayor que yo, y nos conocíamos no solo desde el Seminario, sino también porque yo había  ido a su pueblo -donde vivía mi tía abuela Alodia, casada con el carnicero, con una  sobrina hermana de mi padre- durante las fiestas patronales de septiembre.

Me conocía bastante bien: Apreciado Manolo: Siento no ser poeta para saludarte como tú quisieras, pero es lo mismo. No dudo de que la presente llegará a tu manos cuando estés saboreando tus vacaciones a la sombra de un pino o de una encina, dedicando rimas a la «picaraza» que vuela sobre los chopos, o soñando en la excursión de verano o con las nieves del invierno. Y todo esto después de haber cumplido religiosamente con tus deberes de buen cristiano.

Y no me escribe para pedirme una oda o un soneto sobre el Cerco o la Virgen Stma. de Jerusalén, sino para que le envíe como sea la traducción de la obra maestra de  Julio César, De bello gallico, porque una prima suya, que ni siquiera sabe lo más elemental, quiere examinarse en septiembre, y ha pensado él, convertido em profesor de latín, que lo mejor es coger la traducción castellana y empujársela de memoria, analizando lo que podamos.

Y prosigue la carta: ¿Qué tal marchas con las vacaciones? Supongo que habrás emborronado otro nuevo tormo-cuaderno con tus ensayos y tus cosas. A ver cuándo te estiras por Artajona a ver a la tía. La iglesia de San Saturnino del Cerco te espera con su silencio para que en el recogimiento de un atardecer de verano sueltes la jaula de tus musicas y nos dejes en tercetos, quintillas, octavillas o romances, las bellezas de nuestras murallas y de la iglesia gótica.

Me dice también  que en su pueblo está casi solo de seminaristas, porque otro compañero, algo más joven que él, como siempre se anda despistado, y otro, mayor que él, estará echando «pecaus» con la canalla del cursillo en el Seminario.

Luego me habla del ambiente político de Artajona, del que, habíamos hablado en una ocasión anterior, comentando la conmoción causada en el pueblo, cuando los primeros jóvenes de la Artajona carlista participaron por vez primera en un campamento de verano del Frente de Juventudes: La gente trabajando mucho no se preocupa de armar jaleo; el frentejuventudismo está apagado y supongo que irá decayendo, si es que puede decaer sin que desaparezca. Claro que mientras regalan duros, vivirá. El otro día un «Camarada» tuvo la desfachatez de invitarme al viaje a Javier y estancia en Pamplona durante la visita de Franco. Pagan viajes y 2 días de estancia en la capital. Seguramente que va a coincidir el viaje de nuestro invicto Caudillo con la Semana del Congreso de la M. M. C. 

Y, tras recordarme el objetivo principal de la carta, se despide con la frase final habitual en aquellas calendas en los ambientes clericales: Tu affmo en Xto. Sacerdote.

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Quotidie morior,
decía Séneca:
todos los días
lucho con ella.
Todos los días,
detrás, delante…
Toda la vida.