Ayer, visitamos tres amigos, un poco más jóvenes, a un cuarto, de 91 años, recién ingresado en una residencia, y de lo poco que pudimos entenderle, por su lengua trastabillada, fue su respuesta a nuestra pregunta-tipo de si estaba contento en su nueva casa:
–Estoy… resignadoooo...
Me acordé de aquella sentencia del gran Stefan Zweig, en sus Momentos estelares de la humanidad :
Alguien realmente sabio debe aprender que la verdadera dignidad de la vejez y de su vida es la resignación.
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Antes que la muerte apague
la perilla de mi luz,
ponedme sobre los labios
el incendio de la cruz,.