La Comunidad Apostólica (V)

 

                         Ene este capítulo de Mat 18, el evangelista afronta la cuestión del conflicto comunitario a través de dos parábolas. La primera de ellas, propia de Mateo, trata del hermano que con su conducta es motivo de escándalo. La parábola de la oveja perdida, a la que hay que ir a buscar, aun dejando durante un cierto tiempo a las demás, nos enseña que cada uno es responsable de los otros y por ello los hermanos deben corregirse y animarse mutuamente. La segunda parábola, propia también del mismo redactor, la del siervo sin entrañas, que, siendo perdonada su deuda de diez mil talentos por su señor, no supo perdonar, a su vez, al compañero que le debía solo cien denarios. quiere decir que debemos perdonar setenta veces siete, es decir, en toda ocasión, pero no podemos pedir perdón al Padre, si nosotros no perdonamos primero a los hermanos con los que vivimos.

Mateo inserta entre ambas parábolas unas sentencias sobre la autoridad en la comunidad -atar y desatar en la tierra y en el cielo-, extendiendo a los ministros de la comunidad los poderes conferidos a  Pedro. Y otras sentencias sobre la oración en común: Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

He aquí la comunidad como sacramento de Jesús, es decir signo eficaz de la presencia del Maestro; comunidad que continúa su misión intercesora ante el Padre Dios, acompañada y protegida por el Espíritu del Resucitado. Toda comunidad, aun la más pequeña, es sacramento de Jesús de Nazaret, el Cristo, el Ungido de Dios.