En el libro de Marcel Coderch y Nuria Almirón, El espejismo nuclear, y en otros trabajos del primer autor los datos parecen irrebatibles. Si hay en este momento 450 centrales nucleares, que producen el 12% de toda la electricidad que se consume en el mundo (lo que equivale al 5% de toda la energía consumida), para producir toda la energía electrica, que el mundo consume hoy, habría que construir 3.600 centrales adicionales, que cubrirían cerca del 40% de toda la energía que consumimos. Lo que nos llevaría 120 años, suponiendo inocentemente la misma cantidad de necesidades de hoy día. Para generar el 60% de la energía restante, sustituyendo muy laboriosamente el petróleo por energía electrica, sería menester otras 3.600 centrales nucleares. Todo ello supondría nada menos que 20 billones de dólares (dos veces el PIB de los Estados Unidos de América). Cifras imposibles. En la transición a esa nueva forma de energía generaríamos, además, una cantidad de CO2 equivalente a la que producimos ahora en 10 años.- Claro que a estas cifras habría que añadir, como contraste y contrapartida, el monto económico de las nuevas energías alternativas, predicadas por Coderch y Almirón, como la eólica o la solar, de precio altísimo por cada Kilovatio-hora, como es bien sabido, y de muy incierto potencial, como se sabe también. De la energía hidráulica ni se habla, pues de una bestia negra antiecológica se trata. Si la economía del plutonio y del carbón es, como afirman los autores del libro citado, la opción cianuro, otros autores, tan respetables tal vez, llaman, en términos menos dramáticos, opción imposible la de las susodichas energías alternativas. Buen punto, pues, para la reflexión y la discusión sin fin, por ahora.