Es tiempo de confusiones. Porque es tiempo de cambios constantes y no es fácil mantener inalterables ciertos principios cuando son muchas y variadas las consecuencias. Les ocurre eso a los socialistas españoles, con o sin Zapatero, y de toda Europa, como tenemos bien comprobado en España y fuera de España. Les pasa a los liberales y conservadores alemanes, que, partidarios públicos de la energía nuclear, cierran varias centrales tras el desastre de Fukushima, y que, atlantistas fervorosos, se oponen a la guerra en Libia, dirigida por la NATO, por miedo a unas elecciones regionales, que al final pierden también. Les ha ocurrido a los Verdes, que de jóvenes rebeldes y revolucionarios han ido acomodándose a la sociedad alemana, manteniendo sólo inalterable el principio antinuclear, y acaban de ganar las elecciones de la región más rica e industrializada de Alemania, que alberga dos centrales nucleares. Muchas cosas están en cuestión. No se trata sólo de frivolidad, cobardía, pérdida de valores… y otros lugares comunes. La realidad avanza con pasos de gigante muy por delante de nuestros saberes, usos y costumbres, y a veces sólo le oponemos tradición, retórica y pereza intelectual. Lo que necesitamos hoy es un poco más de cordura para seguir de cerca los cambios en la economía, intercomunicaciones, clima, salud, interpretación histórica…, que nosotros mismos provocamos o pilotamos y saber así en cada momento qué actitudes y actuaciones poner en juego para una mejor convivencia universal.