La resurrección de Lázaro

Jesús nos da la vida. Tal es el mensaje final de todas las señales (signos, prodigios, maravillas, milagros…) del Maestro. Y para el evangelista de nombre Juan la resurrección de Lázaro -lectura del evangelio de este domingo de Pasión- es la culminación de todas esas señales. El triunfo de Jesús sobre la muerte de su amigo y discípulo Lázaro -tal vez el discípulo preferido- es el símbolo de su triunfo sobre toda muerte, incluida la suya propia. El evangelista, como en otras muchas ocasiones, parece haber reelaborado ampliamente la tradición del acontecimiento, en una exposición larga, dramática, conmovedora, una de las más hermosas de los cuatro evangelios, con varios minidiscursos y dialogos intercalados, con abundante vocabulario y muestras de estilo joánico. Muchos y destacados exégetas han llegado a reconstruir la probable tradición «nuclear» pre-evangélica, casi coincidente en casi todas sus versiones. Pero frente a los comentaristas  bíblicos para quienes el relato sobre Lázaro fue simplemente una predicación cristiana que quiso representar dramáticamente la fe de la Iglesia en Jesús el Mesías y su esperanza en la resurrección de los muertos,  muchos  otros -entre ellos, el mejor  para mí en este punto,  John P. Meier- sostienen con toda clase de pruebas que el episodio de Lázaro refleja en el fondo algún hecho de la vida del Jesús histórico. Podría ser también que una noticia sobre la curación de Jesús de un Lázaro al borde de la muerte llegara a a convertirse en relato de resurrección, pero en la mayor parte de las historias de la tradición propuestas hoy día, nada indica que tal relato existiese nunca sólo como relato de curación. El hecho real pudo ser entendido, al menos, por otros discípulos como la resurrección de un muerto, incluso durante la vida del Maestro.- El mensaje capital, en todos  los casos, sigue siendo el mismo: Jesús de Nazaret nos da, nos trae la  la resurrección y la vida. La vida que está sobre toda muerte.