«La izquierda penitente»

En el diario que dedicaba ayer todo un editorial contra la decisión judicial de prohibir la procesión atea y anticatólica de Madrid, Manuel Peris publicaba, el día 19 de este mes, una columna en la que arremete (palabra preferida por ese diario sobre declaraciones y discursos del papa) contra los políticos de izquierda que toman parte en las procesiones de Semana Santa.  Las llama saraos, para empezar. Y tras el dicterio, va citando, uno por uno, a políticos socialistas y comunistas valencianos, incluida una ex ministra, que han participado o participan este año en ellos, bien como cofrades, capitanes de cofrades, clavariesas…, especificando las vestimentas  procesionales de ellos y ellas, y que tanto le recuerdan a las Ku Klux Klan (sic) o al burka. No le valen a Peris que unos y otros justifiquen su protagonismo en estas carpetovetónias liturgias. alegando que más que que actos religiosos se trata de manifestaciones culturales y tradiciones populares…¡Como si fueran -comenta- inmutables o carecieran de contenido ideológico o de sentido político! También fueron tradiciones -añade- la esclavitud, la pena de muerte, la tortura de animales o las auto flagelaciones… No tiene desperdicio el último parrafazo: Con estas prácticas públicas ¿qué credibilidad, que autoridad moral tienen para hacer entre la ciudadanía pedagogía política del laicismo? Y si creen que esa una vía para captar los votos de mayo es que necesitan rezar todos los días cinco rosarios a Santa Lucía. Las personas votan por sus valores, por lo que creen, por su identidad. A este paso la procesión para la izquierda va a ser muy larga, condenada a los escaños de la oposición por los siglos de los siglos, amén.– Me apena tener que reconocer, después de escribir tanto sobre clericalismo-anticlericalismo, que algunos anticlericales españoles, como éste, siguen siendo, como en tiempos del pobre Jaime Torrubiano, que los zarandeó sin piedad por este motivo, tan intolerantes, tan irrespetuosos, tan irreverentes, tan torpes, tan zafios, tan inconviventes. ¡Y se llaman progresistas, además!