Un cristiano no se alegra por la muerte de un hombre, reza una nota del Vaticano tras la muerte y captura del terrorista número uno del mundo, Osama Bien Laden, por soldados nortemaricanos en Pakistán. Por la muerte como tal, no. Pero por la desaparición, aunque sea necesariamente violenta, de un terrorista atroz, responsable de miles de muertes y causa permanente de muertes en todo el mundo, sí. Entre la abstracción y la concreción hay un gran trecho. Y la moral abstracta tiene también sus desmesuras.