El País continúa, impertérrito y crecido, su campaña de invierno frente a la Iglesia y no pocas veces contra la Iglesia. Ayer, bajo el titulo Los obispos y el voto, comenzaba con esta perla, que pasará a la densa y monótona historia del anticlericalismo (anticlesialismo) hispano:»No se trata de negar a los obispos su derecho a introducir sus mensajes pastorales en la vida política, sino de recordarles que, a diferencia del resto de los ciudadanos, ellos disponen de un espacio exclusivo y reservado para hacerlo: los templos. Si se deciden a abandonarlos, como sucede cada vez que emiten una nota semejante a la de ayer, deben atenerse a las reglas pactadas entre ciudadanos y recogidas en la Constitución y las leyes«. Tal vez el diario de Polanco-Cebriain ha pensado que avanzaba en generosidad histórica, al pasar de las sacristías, de los tiempos de Nákens, a los templos, de hoy, para recluir en ellos a los obispos y a la Iglesia en general. Pero sin advertir que a la actitud anticlerical clásica añade ahora una actitud tradicional pietista y hasta reaccionaria, al suponer que lo que los obispos dicen en los templos no debe atenerse a las reglas pactadas, y a la crítica tanto de los fieles como de los que no lo son. Como si los templos fueran la estratosfera o el limbo. Dicho lo cual, me gustaría que esa mala costumbre, copiada tal vez de la Conferencia de los obispos italianos, acostumbrados durante muchos años a pedir el voto, más o menos hábilmente, para aquella DC (Democrazía Cristiana), no continuara un año más en España. Los obispos tienen todos los días del año, dentro de los templos o fuera d ellos, si El País y sus políticos afines se lo permiten, para decir todo lo que deban decir de este punto o del otro. Pero no es menester que vuelvan a darnos, cada cierto tiempo, consejos preelectorales. Sobre todo, si, como esta vez, cometen la torpeza de denunciar, sin citar a nadie pero exponiéndose a que todo el mundo pueda señalar con el dedo al Gobierno español, que una organización terrorista sea «representante político de ningún sector de población» o «interlocutor político» de nadie, lo que nadie en la vida política española ha pretendido, pese al disparate de la negociación con ETA. Torpeza mayor si cabe, cuando todo un obispo de San Sebastián hizo de interlocutor, hace unos años, entre ETA y el Gobierno español, aunque sólo fuera para un inicio de contactos, y cuando, sobre todo, el mismo obispo, su antecesor en la sede, y otros obispos vascos y catalanes, nunca se han opuesto, bien al contrario, al diálogo (no sé si político o no) con la banda de asesinos o con los que ayudan, protejen y aplauden a los asesinos, y son carne de su carne y crimen de sus crímenes. ¿Con qué fuerza, Dios mío, pueden reprochar, aunque sea de lejos, a nadie lo que no pocos obispos dentro de la Conferencia ven con tan buenos ojos y con palabras tan melífluas? ¿Y del nacionalismo exaltado y hasta secesionista, al que también se refiere la Conferencia Episcopal, para qué hacer resaltar las dolorosas contradicciones?.- Con cosas así, muchos anticlericales españoles y hasta quienes no lo son van a pensar que lo que acaba de hacer nada menos que el primado anglicano de Canterbury, denunciar al Gobierno de Su Majestad -que directamente le nombró arzobispo-, por alentar indirectamente el alcoholismo en el país, no lo puedan hacer aqui los obispos españoles. Cito esto, como puedo citar la crítica del aborto, del divorcio exprés, la política de inmigración o la carestía de la vivienda. ¡Y no sólo en los templos, como quisieran los que, por lo visto, nos permiten ya a los católicos salir de las sacristías!