Bruselas como remedio

Llegan por fin, después de casi dos años, buenas noticias desde Bélgica: va a haber un Gobierno entre partidos flamencos y valones. Pero no están todos. Desde  el  reciente y continuo  descenso del eterno partido mayoritario flamenco, el cristiano demócrata y flamenco, muchos de sus afiliados y otros  muchos  del partido liberal y del partido socialista de Flandes han ido a engrosar tres partidos independentistas, con un 44% de los votos en  aquella próspera región federada, que no van a participar en el nuevo y esperado Gobierno. Lo que volverá a crear nuevas tensiones y sobresaltos. Pero a los amigos de Bélgica y de sus tres regiones, nos queda al menos una cierta seguridad. Además de la monarquía, que sigue siendo una buen vínculo de unión, está  por encima de todo Bruselas, la capital histórica de Flandes, en territorio flamenco; rica y poderosa metrópoli internacional; región federada con un gobierno y parlamento propios, y, sobre todo,  capital de la Unión Europea. Aunque sus habitantes sean francófonos en un 90%, los genuinos flamencos no querrán perderla. Si la perdieran, Bruselas viviría por sí misma o se vincularía a Valonia (quién sabe si, después, a Francia). Nos queda ese último remedio. Triste, pero remedio.