Alcaldes al poder

Recibo un largo manifiesto, todavía no acabado, de un grupo de alcaldes socialistas, capitaneados por el ex-ministro alcalde de Vigo, una de las pocas grandes ciudades en manos del PSOE. El manifiesto, indigesto cuando demagogiza y cuando hace una descarada propaganda de las virtudes y excelencias del partido, que acaba de perder miles de ayuntamientos, abre también perspectivas  municipales y municipalistas muy interesantes y defiende en todo momento la importancia de la polìtica municipal en el contexto de cualquier política orgánica y nacional. Como dinámica perversa califican la política institucional que se ha llevado en España  por unos y otros ,desde la Transición, en favor de las Comunidades Autónomas y de la Unión Europea y en detrimento a la vez de los ayuntamientos y concejos españoles, lo mismo a la hora de legislar y de gobernar que a la hora de formar las listas de candidatos a todas las responsabilidades de gobierno orgánico y político. Recorren, pues, todas estas páginas, junto a ridículos autobombos, críticas aceradas a las ausencias y olvidos de una genuina política municipal en el seno del partido socialista y de todo el especto político nacional español desde las Cortes Generales hasta el Parlamento Europeo. En todas esas instancias, en todos sus grados y graderíos quieren y piden ahora estar los alcaldes socialistas, y sobre todo los alcaldes de las ciudades, cuyo papel central en la vida social y política de hoy se subraya con acierto. Lo curioso es que esta demanda colectiva, descarada, exigente y puntillosa se haga ahora, en el momento de máxima debilidad autonómica y local del PSOE, y tras muchos años de hegemonia del partido en todos los niveles de política local: concejos, municipios, conurbaciones, mancomunidades, comarcas, cabildos, diputaciones… Nunca es tarde, si la autocrítica llega, y llega para influir en las diferentes candidaturas a la secretaría general del partido, o, quién sabe, si para abrir una tercera vía o «amenazar» con ella. Y, de todos modos, eso sí, para colocar, en un primer momento, unos cuantos alcaldes -ahora que son pocos y privilegiados- en la comisión ejecutiva y en el comité federal.