Lo que le falta sin duda al amargo comentario de Rosa Regás en EM sobre la violencia de género, sexual y familiar (significados distintos de hechos similares) que yo llamo terror, es que no cuente, además de 615 mujeres asesinadas en nueve años -61 en 2011 y ya 4 en estas dos semanas de 2012-, el número de varones asesinados también por sus parejas. Que también es terror. Por lo demás, tiene razón que le sobra, cuando lamenta la reducción en un 40% de la cantidad destinada a los centros de atención y acogida a las mujeres en Castilla la Mancha, gobierno presidido por una mujer; la ausencia de representantes del pueblo en funerales, entierros y manifestaciones contra el terror de unos o de otras; la falta de recursos para proteger a las personas amenazadas; el anonimato casi siempre del victimario… ¿Qué pasa ahora –escribe Regás– tras la muerte de una de estas mujeres? Yo se lo diré: Nada, nada de nada, como no sea la solidaridad de sus vecinos. Y esto es lo más grave. Esto y la falta, muchas veces, de prevención. Aunque la solidaridad de los vecinos ya me parece mucho, comparado con la falta de la misma durante muchos años en Euskadi en los años de plomo de ETA. Por el contrario, que el promedio anual desde 2003 de mujeres asesinadas -ya digo, sin contar los varones- sea de 68, es una cifra atroz, el mayor terrorismo en España, que en otros sectores y por otros motivos sería ciertamente intolerable y socialmente mucho menos tolerado.