Hoy, en el Bellas Artes de Bilbao, hasta última hora ha durado la larga cola para poder entrar la prorrogada exposición de Antonio López, el artissta con más éxito de todos los expuestos, y son muchísimos, en el clásico Museo de Bilbao. A pesar de ser de Tomelloso, diría un cáustico. De las 130 obras expuestas -pinturas, dibujos, esculturas-, desde sus inicios hasta la nueva serie de Gran Vía de Madrid, en la que está aún trabajando, pasando por bodegones, retratos familiares y domésticos, naturalezas muertas, desnudos, óleos de flores…, lo que más me ha interesado son sus pinturas panorámicas madrileñas, que completan, agrandan y engrandecen la serie anterior de Terraza de Lucio, Atocha, Madrid Sur y otras similares. El artista castellano se ha convertido así en nuestro primer panelista, tendalista, que no es lo mismo que muralista. (Barceló, Siqueiros…) Pintor de grandes superficies, hasta las que había llegado la fotografía y la televisión, pero no la pintura. López se convierte así en un pionero del arte que intenta embellecer los grandes espacios comunes, grises, superficiales, vulgares casi siempre, lejanos habitualmente al arte. No es que la fotografía se convierta en pintura, cosa ya muy sabida y sufrida, sino que la pintura compite noblemente con la fotografía y la supera, sobre todo con ese particular uso de la luz, tan propio del autor en todas sus creaciones, y con esa distribución de accidentes y texturas, que incluyen y evocan el tiempo y la historia, que subyugan y seducen al espectador convirtiéndole en contemplador.