Acabo de releer y reestudiar el denso, el exigente y capital libro del copioso exégeta norteamericano, nunca «dogmático», E.P. Sanders, Jesús y el Judaísmo. Muchos de los capítulos de los Sinópticos los he leído bajo una nueva luz, después de cotejar también otros libros similares. Me es más fácil ahora acompañar a Jesús en sus últimos días de su vida y en las horas trágicas de su pasión. Evangelizador de pobres y pecadores excluidos, curador y exorcista liberador, maestro y jefe de los doce, anunciador escandaloso de un Templo nuevo y renovado, en el marco de la escatología judía de la restauración. Odioso a la jeraquía sacerdotal saducea de Jerusalén y peligroso para los romanos, entre ellos le mataron, como a muchos profetas. Por su gracia (fuerza viva presente) creímos y creemos en Él, Palabra de Dios, su Hijo crucificado y resucitado.