El último «milagro» de Benedicto XVI


El papa ya emérito, consiguió en las últims horas de su pontificado que en el diario más leído de España, a pesar de su inveterado anticlericalismo progresista, apareciera un editorial –El legado del papa- hablando bien del papa: ha humanizado el pontificado con su renuncia; ha luchado contra el encubrimiento y el tabú en el seno de la jeraquía católica; ha reconocido y condenado los abusos sexuales de ciertos clérigos; ha intentado adaptar el banco vaticano a las normas internacionales contra el blanqueo de capitales. Aunque impotente contra una curia resistente y antigua, ha dejado a su inmediato sucesor mensajes para llevar a cabo lo que no ha podido él, por su falta de fuerzas. Y, además, ¡ha aparecido optimista en en su última audiencia! -. Para trazar un contrapunto negativo general, que desborda al solo pontífice, está en el mismo diario la  última colaboración  que recoge  la archiconocida proclama de ese buen teólogo, que hace  desde hace muchos años de «anti.papa» conciliar y católico, Hans Küng -una fuerza de la naturaleza y meritísimo de la  fe y de la Iglesia por muchos motivos-, con la lista de propuestas intraeclesiales y de alta moral católica, que haría bien cualquier papa próximo en estudiar, porque se arrastran desde hace muchos años. La pena es que Küng olvida  otras propuestas más sociales, que  sin duda desean otras Iglesias que no son las europeas, a las que él parece representar. Alemania, a cuyos católicos cita el teólogo suizo, es el país más rico de Europa y no creo que sea el más representativo de entre los países que albergam 1.200 millones de católicos, ¡tan distintos! Pero no estaría mal que, como hizo su otrora colega y amigo Ratzinger, el nuevo pontífice pasara unas horas con él.