Cuarto domingo de Cuaresma

             Luc 15, 1-3, 11-31

Alegraos, hermanos todos,
que un padre amoroso nos aguarda
con el novillo cebado
y un regalo de besos efusivos
para la fiesta común.

Dejemos, pues, las groseras algarrobas
y el recuerdo de las dulces sirenas,
el recurso engañoso del miedo,
la terca y furiosa soberbia,
y volvamos presurosos a la casa del padre.