Salgo durante unos minutos del Gran Debate de la Cinco, cuando por el apasionamiento de varias de las señoras intervinientes (y de un señor) apenas se entiende nada, apenas se entienden entre sí. Todo un símbolo y hasta señal de lo que está ocurriendo en toda España en este momento grave: los errores del rey y del marido de una infanta; tal vez los de la infanta misma; la obsesión de muchos contra el rey y la casa real; la viabilidad de la monarquía sin la abdicación del rey en el heredero de la Corona; la corrupción de los partidos políticos; las cuentas turbias del ex gerente del PP, el partido en el Gobierno, que está poniendo en jaque a su partido, a una cierta clase empresarial y al propio Gobierno; la crisis económico-social que todo lo complica; la deriva independentista en Cataluña; el escándalo de los ERE en Andalucía, y el menor de las dietas entre los políticos navarros… Todo esto y treinta cosas más, de ese cariz, cayéndonos como rayos cada semana, cada día, a cada hora, nos apesadumbran, nos enervan, nos llegan a desbordar, tal vez a enloquecer. Esta tarde, a lo largo del programa, datos nuevos vienen a colmar el colmo. Abro ahora la ventana al frío de la nochde de abril, porque la intensa calefacción me está poniendo malo. ¿O será el programa de la Cinco, tan exquisitamente llevado por Jordi González? ¿O será la España de hoy? Dios mío, no sé si volver al programa, o poner un poco Mozart. O ver la apelícula de turno. O ponerme a hacer unos versos. Todo menos inhabilitarme para seguir pensando y viviendo, al menos como hoy, mañana por la mañana.