Por Cinco Villas

Es uno de mis parajes preferidos entre los cercanos a Navarra. Bajo la Jacetania, entre la Hoya de Huesca y nuestra Ribera: Sos del Rey Católico, Sofuentes, Valdonsella, Castiliscar, Sádaba, Layana, Los Bañales, Uncastillo, Luesia, Biel, Ejea de los Caballeros, Tauste… son lugares una y otra vez visitados: sus yacimientos, ruinas y restos romanos; sus castillos medievales; su historia fronteriza con Navarra; sus iglesias románicas, góticas y barrocas; sus ermitas; sus sierras y sus llanos; sus productos, sus fiestas y conmemoraciones…  Tauste, donde tenía una tía religiosa, es el primer recuerdo claro de mi vida, a mis cuatro años.

Hoy nos vamos de nuevo a ver el lago del Pirineo, que es el embalse de Yesa, todavía pleno, rebosante, extendido de pies y brazos cara al cielo, abandonado a la hermosa mañana de mayo.

Pasamos la foz de Salvatierra de Esca, que lleva a la la foz de Burgui y hasta el Pirineo, y tomamos el puente, que atraviesa la cabecera del pantano, sobre un bosquecillo encharcado, que  lleva al nido de Artieda y a la fortaleza de Sos. Cerca están clavados los pilares gigantes del futuro viaducto que atravesará el embalse recrecido. Dejamos Artieda y Miano a un lado, luego Bagüés, y seguimos por un carretil que no conocíamos. Es un pequeña sierra que no tiene nombre en los mapas, tal vez el estribo norte de la Sierra inferior de Santo Domingo, sobre el gran hondón del Aragón y de su afluente el Regal y el barranco de Chesa. La vegetación en torno al carretil está bullente y los robledales hegemónicos con el primer verde o el último verdimarilo-verdi castaño, igual que los bojerales.

Y en esto que, después de mucho subir, damos con Ruesta, un despoblado patético, cuyo castillo, punta defensiva de toda la muralla, colgada sobre el barranco, nos paraliza la vista y el vehículo. No hay nadie en el despoblado, pero vemos dos coches y una motocicleta. El castillo moro lo conquistó el año 912 nuestro rey Sancho Garcés I. Despues de diez siglos, el pueblo se despobló (1959), cuando ya no pudieron vivir los últimos pobladores tras la construcción del pantano de Yesa, que anegó sus campos. Sus moradores, con los de Tiermas y otros pueblos vecinos, se fueron en buena parte a los poblados de colonización de Sádaba y Ejea. Sus terrenos se dividen hoy entre Siguës y Urriés, pero administrativamente el despoblado pertenece a éste último.

En el muro occidental de la iglesia un letrero nos recuerda que la CGT reconstruyó en un taller de trabajo lo que merecía la pena del pueblo. Asi fue: la central sindical, junto con el Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, reconstruyeron, además, Casa Valentín y Casa Alfonso y las convirtieron en alberge  y en casa de cultura:  que por aquí pasa también el Camino santiagueño de Somport- Jaca- Artieda- Ruesta- Undués de Lerda…, reviviendo viejos sueños, viejos proyectos por allí donde pasa.

Fascinados por la vista de Ruesta, seguimos subiendo el puerto, hasta que llegamos a ver, en la otra vertiente, el amplio, verdísimo, apacible, valle del Onsella, que visitamos, pueblo por pueblo, hace tres años. Ahí abajo están Urriés, levantado en su montículo, y Navardún, recostado a la sombra de su torre episcopal. Allí, lejos, bajo la sierra de Peña, Sos, siempre alerta.

Quién me  iba a decir que, por tomar un café mañanero a la salida de Sos, iba a encontrarme con un viejo compañero de estancia en Tinduf, que nos habla, mientras le deja el cuidado de la puerta, de la actualidad de la cooperación y de los campamentos saharauis.

Y de Sos a Castiliscar -Castillo Liscarre, el regalo de Sancho Ramírez a Galindo Sánchez-,  que parece un bonsai de Uncastillo. Y a Sádaba, toda a mano entre su castillo y su iglesia. La inmensa extensión de trigales y cebadales, cruzada una y ota vez por el canal de las Bardenas, que entusiasmó a los romanos, nos  entusiasma a nosotros con esa explosión de vida y energía que es un campo llovido y con sol en primavera.

El final la excursión: la capital de la comarca de Cinco Villas, Ejea de los Caballeros, con sus dos monumentales iglesias-fortaleza de origen románico, una población de casi 17.000 habitantes, siete pueblos de colonización en su cintura, y una crema de verduras y codorniz escabechada como refrigerio en tiempos de «austericidos».

La vuelta: entre las dos Bardenas, hasta el regadío de Tudela, para que todo sea completo.