En el número 16 de la revista JONS, abril de 1934, un nacionalista español como José Antonio Primo de Rivera, escribía estas juiciosas líneas: Nada irrita tanto a los hombres y a los pueblos que el ver estorbos en el camino de sus movimientos elementales. El hambre y el celo (…) son capaces, extraviados, de desencadenar las tragedias más graves. Por eso es torpe sobremanera oponer a los nacionalismos románticos actitudes romanticas, suscitar sentimientos contra sentimientos. En el terreno afectivo nada es tan fuerte como el nacionalismo local, precisamente por ser el más primario y asequible a todas las sensibilidades. Y, en cambio, cualquier tendencia a combatirlo por el camino del sentimiento envuelve el peligro de herir las fibras más profundas – por más elementales- del espíritu popular y encrespar reacciones violentas. Contra aquello mismo que pretendiò hacerse querer». En España, según el fundador de Falange Española, la política más tosca es oponer a ese sentimiento local la burla, o contraponerle el sentimiento patriótico unitario: Sentimiento por sentimiento, el más simple puede en todo caso más. Descender con el patriotismo unitario al terreno de los afectos, es prestarse a llevar las de perder, porque el estirón de la tierra, perceptible por una sensibilidd casi vegetal, es más intenso cuanto más próximo.- Si no fuera porque no estoy de acuerdo con que ese nacionalismo local, por primitovo que sea, sea sólo sentimiento, aunque sí con más peso de sentimiento que de intelecto, estaría de acuerdo con casi todo lo que en esta ocasión escribió José Antonio en estos párrafos tan realistas.