Pero ¿a dónde vamos ahora, Dios mío, con ese Motu proprio, del pasado día 14, Summorum Pontificum, sobre el misal de San Pío V, después de tantos años persiguiendo por todos los medios la participación activa de los fieles en la liturgia? ¿Cualquier grupo de fieles, cualquier presbítero, va a poder volver cuando quiera al Preconcilio, cuando no al siglo XVII? Como si la misa fuera una devoción entre otras, una cosa de estilo no más, acaso una tradición cualquiera. Como si estuviera ya caduca o no se temiera relativizar aquella constitución dogmática Sacrosanctum Concilium, del Vaticano II, tan esperada por toda mi generación, que nos enseñó a redescubrir en la Eucaristía la riqueza bíblica, la lengua que se habla y se entiende, la concelebración, la oración de los fieles, la homilía…, que no están precisamente en el ritual tridentino. ¿Así se potencia y se abre la liturgia a la vida, al pueblo fiel, a los jóvenes quizás?