Lo nuevo a la vieja usanza

Leo mucho, estos días, para una serie de trabajos, a los intelectuales españoles de Acción Española (1931-1936), que, a imitación de la fundada por Charles Mourras, la ultranacionalista Action Française, defendieron un nacionalismo católico español ultraconservador, cuando no netamente fascista: de un fascismo católico, como ellos solían llamarlo, confundiéndolo todo: nación, estado, siglo XVI español, antiliberalismo, antimarxismo, cristianismo, catolicismo, providencialismo, corporativismo, capitalismo, monarquía tradicional, fascismo… Una amalgama poco nacional y menos cristiana. Su pensamiento económico social fue también, con alguna rara excepción parcial, más que conservador y ultraconservador, arcaico. En plena guerra civil, año 1938, José Pemartín, ingeniero metalúrgico, gran bodeguero andaluz, hombre clave de la revista, y sobre todo pensador clave de la Dictadura de Primo de Rivera y de la primera etapa del Estado Nuevo franquista, publica su libro ¿Qué es lo nuevo?, resumen de su pensamiento político aplicado a la España de aquellos días. Donde escribe cosas como éstas: «Es un absurdo prejuicio el considerar que una gran concentración de propiedad territorial en una persona -como sucede en las herencias que aún subsisten de los antiguos Mayorazgos en algunas casas nobles de España- puede ser perjudicial para la Economía en general. Dando por supuesto la rentabilidad de la tierra, esas gandes concentraciones son, en general, beneficiosas para la Economía Nacional. En primer lugar, resultan de ellas generalmente rentas muy bajas y una gran consideración y buen trato para los arrendatarios. En segundo término, aseguran muchas veces la larga continuidad de los arrendamientos… Y, en este sentido, no solamente somos partidarios decididos de la Herencia, sino que también lo somos del Mayorazgo«.