La Asamblea General de la ONU aprobó ayer la propuesta de Serbia de consultar a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la Haya sobre la legalidad de la declaración unilateral de independencia de Kosovo, considerada por el representante de Serbia como la vía más prudente de resolver la crisis. Setenta y cuatro países, de los 192 de la organización, se han abstenido, entre ellos la mayor parte de los 27 integrantes de la Unión Europea; seis (por supuesto, Albania y Estados Unidos de América, los impulsores de la independencia kosovar) han votado en contra, y 77 a favor, España entre ellos. Lo que prueba, entre otras cosas, que si el derecho de autodeterminación estuviera reconocido y sostenido por la Carta de la ONU y otros de sus textos principales, como ciertos demagogos afirman a todas horas, tal votación y tal consulta serían imposibles, absurdas. Cada país, y más cuando el Estado común, como es el caso de la ex Yugoslavia, se deshace, podrá hacer lo que quiera o pueda, pero atribuir a la ONU, donde están, entre otros, los Estados más centralizados y descentralizados del mundo, una doctrina que sería para todos su ruina es pensar y cultivar lo excusado.