Todos los periódicos traían ayer la foto de la concentración en el campus de la Universidad de Navarra para responder a lo que se llama habitualmente atentado (en el sentido de agresión), y debiéramos llamar estrago, barbarie, bandidaje, vandalismo, qué sé yo. Una respuesta de cinco minutos en silencio, pobre cosa por cierto, y ya signo tan cómodo y repetido, sin apenas significado. Pues bien, en la primera línea de la foto, en medio de la universidad, frente a un ataque feroz a la universidad, no se ve más que a políticos, incluso con sus familiares, acaparando todo, monopolizando todo, y detrás, una masa de profesores y estudiantes anónimos. ¡Eso se llama autonomía universitaria, proclamada y garantizada en la Constitución! Alguien me dirá que allí estaba el rector de la UN, y a un lado, lejos, el otro rector de la UPNA. Qué ocasión despediciada para que los dos rectores de las dos universidades navarras hubieran aprovechado por una vez el signo común de la autonomía y de la fraternidad universitaria. Sí, allí, separados, estaban los dos. Pero como apenas los conoce nadie, casi nadie los habrá reconocido. En cambio, los políticos, etc, etc.