Me brotan esta tarde subterránea
cipreses de difuntos desde el alma
y rodean la luz de mis alcores
las tapias de implacables camposantos.
Se estiran de mis pies los jaramagos
y se alargan mis brazos en rosales.
Se nutre mi memoria en las esquelas
y en mi casa sollozan los retratos.
Me sorbe el gregoriano la garganta.
No me cabe un responso en el bolsillo.
Llevo en los labios carne de gladíolos
y me ocupan los ojos crisantemos.
No puedo andar de prisa. Toneladas
de tierra casi humana me retienen
y no puedo estar quieto porque todos
los difuntos del mundo me reclaman
No puedo descansar porque la piedra
no responde a la voz de tanto llanto,
ni los cirios abrasan los temores,
ni las frases rotundas de la Biblia
taladran los silencios del vacío.
Y no puedo dudar porque estoy hecho
de tierra, de cipreses y esperanza.