(Is 10, 24-27)
En Sión no vamos a temer
ni el fusil cruel de los tiranos
ni los carros blindados de los ruidosos invasores,
porque Dios nuestro Señor
va a contener la mano voraz de los primeros
y detener la marcha triunfal de los segundos.
Nos librará por fin de su poder,
como quien quita una carga pesada de encima del hombro
o se retira el yugo compulsivo
de la humillada cerviz de los bueyes.
Nos asegura el Dios de los ejércitos.