Del último libro de Javier Elzo, La voz de los adolescentes, sobre los adolescentes españoles, recojo varios puntos capitales: que adolescente, aparte la edad, es quien está anclado en el presente y no quiere salir de él, y joven quien es consciente de que su actual situación es transitoria; que los adolescentes son pocos, la mayoría hijos únicos, educados más en la defensa de los derechos propios que en la asunción de responsabilidades, más en la promoción de valores finalistas (tolerencia, respeto….) y, en cambio, con graves fallos en la práctica de valores instrumentales (constancia, esfuerzo, compromiso…); viven y sufren la revolución familiar, con las madres que salen ahora de casa y los padres que siguen sin volver, convencidos ambos del prohibido prohibir del 68; sufren asimismo la ausencia permanente de referencias universales; reacios a asumir cualquier frustración y a diferir en el tiempo lo deseado en el presente, así como a aceptar cualquier límite, cualquier autoridad exterior; mal preparados para cualquier soledad nutricia y responsable; proclives a descargar cualquier responsabilidad en otros (padres, profesores, gobiernos) antes que asumir la impotencia propia ante las dificultades de la vida moderna; deseosos y necesitados de una familia convivencial; espontáneos, honrados, leales, veraces; desconocedores, en su inmensa mayoría, de Jesús, la religión es para ellos cosa de mayores, de otra generación…