El clamoroso éxito de esta película dirigida por Martínez Lázaro en toda España, y aun fuera de España, pero sobre todo en Euskadi y Navarra, se debe no sólo a sus buenos actores, a su constante humor, y ni siquiera al alivio de ver terminada a ETA y su terror, y poder vivir un poco más holgadamente. Dudo de que esta pieza, sencilla pero logradísima comedia, con sus pizcas de farsa y algún que otro tinte trágicómico, pueda ser entendida del todo fuera de los recintos político-sociales de los ocho apellidos vascos y de lo que ello sinifica y ha significado durante decenios en el País Vasco y, en menor medida, también en Navarra. Que los autores de ¡Vaya Semanita! (ETB) -buenos conocedores del paño- hayan puesto sus manos en el film es una de las mayores causas del éxito. Porque lo nuevo y eficaz del mismo es la intención terapéutica que han puesto en el invento: la «liberación», por medio del humor -sempiterno rompedor del dilema optimismo-pesimismo-, del rigor de ciertas creencias, conductas, tradiciones, usos y costumbres, manías, prepotencias, lugares comunes, latiguillos… en torno a los nombres y los apellidos; a la manera de vestir, de comer, de hablar o de soltar tacos; a la frialdad en el trato entre padres e hijos; al norte y al sur (Recuerdo de aquella película, taquillerísima en Francia y Bélgica, ¡Bienvenidos al Norte! (2008), de Dany Boon); a la ikurriña; a la pelota; a las «manifas»; al independentismo… Posiblemente, sólo un andaluz, un sevillano en el caso, puede obrar este milagrito de aligerar, relativizar, poner en el aire, no más, lo serio e inmutable, lo dado y lo impuesto, sin amenazar, sin atacar, y menos derribar, sin ofender. No me extraña, por otra parte, que algunos hayan hablado y escrito de cierta falta de pudor y de sensibilidad, y hasta de cierta crueldad: pensemos en la alcoba de la viuda del guadia civil y alguna que otra situación similar. Pero creo que la creación artística, por via del humor, juega en otro plano del de la realidad, queriendo no sólo esquivarla, lo que sería imposible, sino superarla. Es otro nivel, y no negativo en cuanto al resultado final. Aparte, naturalmente, el enternecedor enredo amoroso -quizás el primer símbolo de la película- entre una vasca y un extraño (¿maketo?), con sus necesarias puntas de absurdo y que sirve de línea conductora, curvada en ocasiones, de la comedia.- Quien la ha visto no me negará mucho de todo esto. Quien no, que la vea y verá.