Hoy, día de los derechos humanos, muchos hablarán de aquellos derechos que más les interesan, cuando los derechos no son tales, si no van todos juntos y todos juntos se defienden y se promueven. Pero apenas nadie hablará de los deberes que llevan adosados esos derechos, y que no son sino los derechos correspondientes a todos los demás. De las reflexiones más autocríticas que he leído y oído estos días me llama la atención el que España sea uno de los cinco Estados europeos que no documenta los crímenes racistas cometidos en nuestro país. ¿Para que no digan que somos tan racistas como cualquiera? ¿Para no manchar aún más los crímenes, cada día más frecuentes en nuestras casas, calles y establecimientos? Por otra parte, ay de las pobres mujeres inmigrantes que denuncien violencias domésticas, o eso que llaman violencia de género. Porque, si no tienen papeles o los tienen a punto de caducar, corren el riesgo inminente de ser expulsadas junto a sus violentadores o violadores, a los que por fin, y en mala hora, por lo visto, han tenido la santa audacia de denunciar, según todas las de la ley.