Una de las buenas noticias de la semana ha sido la renovación del Consejo de la Juventud de Navarra, compuesto por una cincuentena de asociaciones juveniles, dejado demasiados años en manos de jóvenes independentistas, de una u otra marca, siempre débiles ante el terrorismo, cuando no cercanos a él. La muy diversa pluralidad de los nuevos componentes -Scouts católicos, dos grupos sindicales, una asociación de estudiantes, grupos parroquiales…- es toda una garantía y una promesa de futuro. Por otra parte, la masiva afluencia a las elecciones, frente a la ausencia general en anteriores ocasiones, es otra señal positiva. Como lo es la decisión de volver a tener las mejores relaciones con el Consejo de la Juventud de España, al que no se pagaban, en los últimos tiempos, ni las cuotas. Una de las características de las elecciones estudiantiles en la Universidad Pública de Navarra, durante los últimos años, es la deserción de los que pueden acudir a votar y no acuden, dejando casi siempre la representación orgánica a la organización exttremista que no representa ni de lejos a los universitarios navarros. La nueva elección del Consejo de la Juventud puede ser un síntoma de rectificación y de cambio. Si hablamos de futuro, hablamos de juventud. Y una juventud indolente e indiferente, por contradictorio que pueda parecer, es una desgracia mayúscula.