«¿Cómo lo puede sufrir el amor que me tenéis…?»

 

            Es cierto que yo me he regalado hoy con el Señor y atrevido a quejarme de Su Majestad, y le he dicho: ¡cómo, Dios mío!, que no basta que me tenéis en esta miserable vida, y que por amor de Vos paso por ello, y quiero vivir adonde todo es embarazos para no gozaros, sino que he de comer y dormir y negociar y tratar con todos, y todo lo paso por amor de Vos, pues bien sabéis, Señor mío, que me es tormento grandísimo, y que tan poquitos ratos como me quedan para gozar de Vos, os me ascondás; ¿cómo se compadece esto con vuestra misericordia?, ¿cómo lo puede sufrir el amor que me  tenéis? Creo yo, Señor, que si fuera posible poderme asconder yo de Vos como Vos de mí, que pienso y creo del amor que me tenéis, que no lo sufriérades. Mas estáisos Vos conmigo y veisme siempre, no se sufre esto, Señor mío; suplícoos miréis que se hace agravio a quien tanto ama.

            (Santa Teresa de Jesús, Vida, 37, 8)