(Is 4, 2-5)
Aquel día, el germen del Señor
levantará su esbelta envergadura
y el fruto de la tierra
rozará los linderos celestiales.
Dios enviará los vientos de justicia y de pureza
que barrerán la sangre y la inmundicia
y el monte Sión esplenderá
con sus nubes de día y su fuego de noche,
con que un día condujo el pastor de Israel
al pueblo santo
por el duro camino empedrado del exilio
que llevaba a la tierra prometida.
Por encima de todo poder,y por encima
de nuestra débil confianza dubitante,
sobre el monte Sión, más alto que nunca,
la gloria del Señor será nuestra morada,
toldo para sombra, tienda contra el frío,
nuestro abrigo y reparo
frente a toda inclemencia y desventura,
por los siglos de los siglos sin fin.