Adiós a Fernando G. de Cortázar

 

        Entre la nieblinas del verano, cuando todos están, de hecho o de derecho, en vacaciones o en fiestas, se nos fue Fernando, Fernando García de Cortázar, aquel hombre todo impetu, coraje, proyecto y alegría, que, además, era, como le definió su colega Ricardo García Cárcel, un luchador de la batalla cultural en favor de España. Viéndole, oyéndole, leyéndole, parecía imposible que ese jesuita iústrado e ilustrador pudiera un día enmudecer. Pero no, sigue hablando, y cómo, desde sus setenta libros, y, sobre todo, desde sus grandes éxitos editoriales de sus historias sobre España política, sobre España desde el arte, sobre España desde la cultura o desde los paisajes de su historia.

En Navarra le aprovechamos poco, y eso que le conocimos siempre presente y activo, firme y valiente, como pocos, en los años del plomo terrorista. Cuando un dia le advertí de ciertas imprecisiones sobre Navarra en uno de sus libros, hechos en comandita, me explicó la dificultad de corrección, cuando su compañero de escritura había trasmigrado más allá de la línea roja.

Un hombre público e historiador, popular sin concesiones, sin complejos religiosos o patrióticos, debelador de cualquier injusticia, para quien el cristianismo estaba siempre unido a un hecho civilizatorio, y España, nación multicultural y diversa, siempre exaltada desde un patriotismo cultural… ¿dónde encontraremos fuera de èl?

Hasta el último momento le vimos, en entrevistas, radios y televisiones, y no subido a ninguna torre de marfil,  defendiendo el humanismo, defendiendo la historia, la literatura y la filosofía en la enseñanza no universitaria, y criticando cualquier ley, fuera cual fuera, que se opusiera a ese ideal humanista, sin el cual cada vez es más fácil la manipulación y la sumisión de la gente.