En estos meses en que estamos tan contentos con el papa Francisco y su reforma de la función del pontificado y de la curia romana, casi parece inoportuno aducir algunos de los muchos versos y prosas escritos en España contra lo que solía denominarse como Roma, y que son buena y expresiva parte de lo que ha sido y sigue siendo el anticlericalismo y antieclesialismo español. Ya nuestro vecino el Canciller Pedro López de Ayala escribía en su Rimado del palacio (entre 1378 y 1403) aquellos versos crueles que comparaban a los primeros papas de la Iglesia con los de su tiempo, tiempo de cismas y de pluralidad de pontífices, que se excomulgaban mutuamente y escandalizaban al Pueblo de Dios: Agora el papadgo es puesto en riquesa / De le tomar qualquier no toman peresa / Maguer sean viejos, nunca sienten flaquesa / Ca nunca vieron papa que muriese en pobresa.- Cuatro siglos después, Leandro Fernández de Moratín, el autor de de La Mojigata (1804) o de Quema de brujas en Logroño (1811), escribía en su Viaje a Italia (1793-1797) una furiosa crítica de la corrupción eclesiástica generalizada en la ciudad de los primeros mártires, donde todo es eclesiástico y la tonsura es la única senda que conduce a la fortuna y el honor. Allí no se salva nadie. Y menos su autoridad suprema, el pontífice romano: El grande objeto de un pontífice es el de enriquecer a sus parientes, ilustrar su casa, y como eso, si se ha de hacer, debe hacerse pronto, no puede verificarse sino por medios injustos, violentos, contrarios al bien común. De aqui nacen las usurpaciones, los monopolios, el aborrecido nepotismo que, produciendo todos los días fortunas rápidas y escandalosas, aumenta la desigualdad funesta, la opresión y la miseria del pueblo, y el insolente orgullo de sus tiranos.- Parece que estamos oyendo hablar de un político español del siglo XX o XXI. Y no todo tiempo pasado fue mejor.