Pocas veces como ésta he vivido la experiencia de la fotografía como arte, viendo la Retrospectiva 1952-2009 del fotógrafo vitoriano Alberto Schommer en el Museo Bellas Artes de Bilbao. El que hubiera sido antes pintor que fotógrafo, desde el postcubismo hasta la vanguardia experimental, le ayudó sobre manera a conseguir ese arte en grado sumo. Conocía yo parte de su serie Retratos psicológicos (Dalí, Saura, Duato, el Tarancón con las redes…), que pasan ya por ser una crónica visual de la Transición española. Pero me eran desconocidos no sólo su primera época (aquella Vitoria fría, lluviosa o nevada), sino también sus libros sobre grandes ciudades: desde Shangai a Bilbao, pasando por París-Berlín; sus prodigiosas Máscaras (Alberti, Aranguren, Celaya, Hierro…); sus Paisajes Negros, donde lleva el neorrealismo italiano al paisaje español; su Fermento, ese universo surrealista de la Andalucía escondida y doliente, en torno a Jerez, ahora que vuelvo de allí; El grito de un pueblo, donde hasta la ferralla grita; la serie más pictórica de todas, Mundos de amor y violencia; la graciosa Levitación, aqui con sólo dos levitantes: Tarancón y Suquía, dos estilos cristianos de levitar; o una última colección de Cascografías volumétricas, técnica de su invención, donde aprovecha las posibilidades formales del craquelado del papel fotográfico.- Cuando salgo, pienso que acabo de ver la exposición de varios pintores contemporáneos a la vez. Y he visto sólo al vitoriano-madrileño Alberto Schommer, un genio de la fotogafía-pintura.