Cruce de calzadas, Andelos –civitas, el año 74 p. C.- fue una ciudad romana mayor que Pampaelo, superpuesta a las estructuras de un poblado pre-romano, en una alargada meseta sobre las orillas del río Arga.
Un monumental sistema hidráulico, con un gran depósito regulador por medio, fue el hallazgo más espectacular de las recientes excavaciones. Debiò de funcionar entre los siglos I y IV de nuestra Era. A dos kilómetros de la ciudad, en el lugar llamado Puente del Diablo, se descubrió el resto de una doble presa que recogía el agua de dos barrancos, en Iturranduz, conducidos por un canal hasta el gran aljibe, con capacidad para 7.600 metros cúbicos, La corriente es hoy muy escasa, entre un espeso rodal de carrizos y los imponentes nueve contrafuertes de la pantalla de la presa. Desde el depósito el agua llegaba a la ciudad situada a 700 metros, por medio de un acueducto sifón de cincuenta y dos arcos.
Sobre estas ruinas, únicas en Navarra, el viajero siente, mejor que en parte alguna, la presencia de Roma: su lengua, su derecho, su comercio, su arte urbanística, su red viaria…
Y cuando anda y salta entre las bases de las edificaciones -sólo un 20% de las 18 hectáreas del poblado ha sido excavado hasta hoy-, se le van los ojos al mosaico que cubría el suelo del amplio triclinium (comedor) de una de las casas: Pan, dios de los pastores y de los rebaños, dos cuernos en la frente, barba de chivo y patas de macho cabrío, guía, látigo en mano, una yunta de tigres que tiran del carro de Baco.
El Gran Pan no ha muerto del todo en Andelos.