Los ateos que a cada paso están diciendo, escribiendo e incluso anunciando en los autobuses públicos que Dios no existe o, con una cierta contención, que probablemente no existe, dan la impresión de que temen de verdad que Dios exista. Y uno llega a sospechar de si, en vez de a-teos, no serán anti-teos decididos y hasta belicosos. Yo, la verdad, que no creo en el unicornio ni siento agresividad alguna contra los que puedan creer en él, jamás gastaría un euro ni un minuto de mi vida en decir, escribir y menos todavía en anunciar en los autobuses públicos, que no existe el unicornio o, aun con toda la contención del mundo, que probablemente no existe.