Oh, Renuevo del tronco de Jesé,
señal alzada para todas las naciones,
ante quien los reyes enmudecen
y todas las gentes imploran tus dones,
ven a liberarnos
sin más dilaciones.
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PD. Ya sé que no se puede comparar la actitud y la actuación un equipo de fútbol y su correspondiente afición, tras una victoria en el Mundial, con las del equipo y la afición perdedores en el mismo. Pero me parecen tristes y decepcionantes las del equipo francés derrotado por los penaltis, y no solo las de Memba Pe. Especialmente durante la amable y cariñosa alocución del presidente de la República, Emmanuel Macron en el vestuario y fuera del mismo, que más que un presidente parecía no solo un entrenador, sino un camillero, un asistente, un colega y hasta un padre, particularmente con el famoso delantero del PSG, al que abrazó y consoló en todas las posturas posibles. Y frente a ese empeño, singular en la más alta autoridad de la nación, la sombría y agria actitud del futbolista mimado, sin una sonrisa, sin una palabra, sin una señal de gratitud. ¿Y esa falta de respeto y de educación elemental de todo el equipo durante las palabras de Macron?
No parecía que eso ocurriera en un ámbito francés, ámbito siempre rico en expresiones patrióticas. ¿Algo tendrá que ver la realidad de unos jóvenes mayoritariamente procedentes de una segunda o tercera generación emigrante de países africanos, de países colonizados por Francia? Es probable o más que probable. ¿Puede cantar La Marsellaise con la misma emoción Grietrzman que Dembelé? Y así podríamos seguir. El color no siempre engaña o deja de ser tema de discriminación. Lo cual nos puede sugerir algunas reflexiones sobre el futuro de Europa.
Sin color que los distinguiera, el patriotismo argentino relevó al patriotismo francés, esa noche y lo que te rondaré morena. Cierto que puede llevar a extremos que pueden confundirse con idolatrías y hasta locuras. Pero para competiciones deportivas no tiene rival.