La escena del envío de Jesús por Pilato al palacio del tetrarca de Galilea, Herodes Antipas, el asesino de Juan el Bautista, tiene poco de referencia histórica directa. Lucas aprovecha una tradición primitiva sobre la hostilidad mortal del tetrarca hacia Jesús, presente en anteriores capítulos, asi como el relato de los capítulos 25 y 26 del libro de los Hechos (Pablo llevado ante el rey Agripa, a instancias del Procurador de Palestina Festo, años 60-62), y Herodes se convierte así, a pesar de sus burlas y desprecios, y del silencio de Jesús, en testigo favorable al Nazareno, porque tampoco él le condena y le devuelve a Pilato. Como Agripa en el caso de Pablo.
En cuanto a los escarnios y maltrato a Jesús por parte de los soldados romanos en el Pretorio -verosímiles pero no seguros-, hay claros paralelos de ubicación y significado con los sufridos por la misma víctima en el palacio del Sanedrín -aunque Juan discrepe en cuanto al tiempo-, y éstos aparecen tan verosímiles pero tan inseguros históricamente como aquéllos. Paralelos asimismo aparecen con las injurias y afrentas sufridas por los justos de los Salmos, y especialmente por el Siervo de Yahvé, descritas por el profeta Isaías, v.g. en Tercer Canto del Siervo (Is 50). Fuente de inspiración propicia para los que quisieron narrar, muchos siglos más tarde, la Pasión de Jesús de Nazaret
De la existencia histórica de Barrabás no se puede dudar. Probablemente un elemento con ese nombre fue arrestado a raíz de un motín habido en Jerusalén y excarcelado por Pilato por aquellos días o en una ocasión anterior, recordada por todos. Los primeros cristianos quisieron recalcar así el contraste entre esa generosa decisión con un bandido (probablemente no acusado de homicidio o asesinato) y la injusta decisión de enviar a Jesús a la cruz. Se trataba ante todo de subrayar la inocencia del Maestro.